Qué puedo hacer yo contra el lobo de Wall Street

No me podía perder El lobo de Wall Street, la película de Scorsese sobre la vida loca del especulador financiero Jordan Belfort. Me atraía saber más sobre la historia exagerada pero al fin y al cabo real de un hombre que dejó sus estudios de odontología cuando el decano de su universidad pronunció estas palabras: “La edad de oro de la odontología ha pasado; si usted está aquí simplemente para intentar hacerse rico, está en el lugar equivocado”.

especulación

Imagen de la película El lobo de Wall Street

Así fue como decidió pasarse, según cuenta en su autobiografía, a colocar productos financieros tóxicos y darse una vida de excesos sin el menor remordimiento.

Lo extraño de la película es cómo, mientras intentan atrapar al gángster, hasta nos divierten sus “aventuras”. Tiene sus momentos de gracia y se necesita salir del cine, alejarnos de las seductoras imágenes del maestro Scorsese, para entrar un poco en razón con uno mismo. La diversión a raudales de Belfort se producía, lógicamente, a costa de la desgracia de los que confiaban en sus servicios. Y de toda la sociedad, que también pagaba sus fraudes.

Cuesta despertar totalmente, estirar las piernas y la mente pasado algún tiempo desde el ensueño del cine, para darse cuenta de hasta qué punto es real lo que cuenta la película. De que no hay un solo lobo de Wall Street, sino más bien una verdadera jauría. Los periódicos publican -sin que al día siguiente haya ningún terremoto- que “la mitad de las transacciones internacionales están vinculadas a jurisdicciones opacas”, es decir, donde se ahorran una buena suma de impuestos.

O que “el volumen de las especulaciones se ha inflado y ya es 15 veces mayor al valor de la producción agrícola”. Un peligroso juego nada más y nada menos que con el plato de comer, que descontrola los precios y también la vida de sus productores y consumidores, en especial en los países en desarrollo.

Los teóricos defensores de la especulación financiera que, como explicaba en un artículo anterior, también los hay, dicen que los especuladores aportan liquidez al mercado. La idea es que cada palo aguante su vela: todo aquel que produce o invierte sabe que asume un riesgo que puede tener que pagar. Además dejan caer que las cosas no tienen más valor que aquel que el mercado les quiera dar, y que así el sistema funciona.

Pues que me perdonen, pero me resisto a aceptar que un alimento que tiene el valor irrebatible de quitarle a alguien el hambre pueda costar un día cinco mil y al día siguiente apenas nada. O que el trabajo de una persona en Bangladesh valga tan poco, por oferta y demanda, que necesite pasarse setenta u ochenta horas a la semana cosiendo sin parar para ganar lo justo para sobrevivir.

No quisiera escaparme de la tarea que me había planteado en esta entrada, porque soy consciente de que ya hay suficientes motivos de indignación y que lo que toca ahora es plantear alternativas y sobre todo implicarse con ellas. No debemos sentirnos pequeños ante un sistema aparentemente todopoderoso, porque esa no es la realidad; estoy convencido de que somos muchos más los que queremos cambiar las cosas que esa insigne minoría de lobos de Wall Street que han estado aprovechándose con habilidad de la ignorancia colectiva. Necesitamos hacer dos cosas relativamente sencillas: ser conscientes y actuar; eso sí, con constancia.

Mientras llegan las medidas que, de forma periódica, se prometen desde las instituciones internacionales para atajar la especulación salvaje o los paraísos fiscales, podemos consumir productos de comercio justo de alimentación y también de textil, que aportan garantizan un ingreso digno y estabilidad a los productores, escapar al control de los que concentran beneficios sin límite y no siempre los declaran, comprometiéndonos con pequeños comercios e iniciativas locales, o elegir ahorrar en un banco que solo invierta en economía real y no especule.

No puede haber inmunidad para el lobo de Wall Street. Debemos plantarnos y actuar juntos por un mundo más justo. Porque hay que recordar, como decía el escritor Edmund Burke, que “para que el mal triunfe, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”. 

5 comentarios a “Qué puedo hacer yo contra el lobo de Wall Street”

  1. JOSE

    Yo me quedo con la magia con la que es capaz de volver locos a sus trabajadores, la magia con la que motiva. En este caso el lo hace para enriquecerse, no es mi caso, pero si que me siento identificado con él en intentar motivar a mi equipo de trabajo a sacar lo mejor que llevan dentro, en mi caso, para ayudar a otros.

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    • Vicente

      Scorsese un gran maestro,grandes actuaciones y una historia para no olvidar.El mundo que se escenifica es el que no se debe de permitir,aunque estamos en una sociedad que presume de democrática, tolerante y liberal pero injusta.José,la “magia” es algo ilusionante y no el adoctrinamiento y engaño para robar que practica el lobo.Muy deacuerdo con lo expresado en el articulo,tenemos que actuar pensando que somos mas los que queremos un mundo mas justo y que podemos cambiarlo.Un saludo.

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  2. Marcos Perez

    Gran post Joan Antoni.

    Más allá de la diversión, para mí “la película condensa a la perfección todo lo que más odio del universo de la inversión, el lado más repugnante y decadente del mundo de las finanzas. A saber; el puro e ilimitado afán de lucro por encima de cualquier otra consideración ética, incluyendo el desprecio por otras vidas humanas, justificando cualquier tipo de violencia física o psicológica. El hedonismo sin freno que sólo conduce a la esclavitud en vida y en última instancia a la autodestrucción propia. La rendición a la dictadura de las apariencias, siempre hambrientas de más. La dolorosa soledad perdida entre una atronadora multitud.”

    (de mi post: http://especular.com/el-lobo-de-wall-street-y-los-bankster/)

    Un abrazo.

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  3. Plantarse ante el “si tú pudieras, también lo harías” Dinero y conciencia, el blog de Joan Melé | Triodos Bank

    […] sé, como comentaba en unas líneas anteriores sobre la última película de Scorsese, es obvio que hay más de un lobo en este bosque. No se […]

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  4. A.F.

    Si por “acabar con la inmunidad” el autor se refiere a todos los rescates a las Cajas de Ahorros (gestionadas por políticos y/o Comunidades Autónomas) que se han pagado directamente de nuestro bolsillo, y por “hacer algo” se refiere a no rescatar (dejar caer o simplemente tratar a un banco como a una empresa más, que en el fondo es lo que es, aplicando la legislación vigente), además de simplificar las leyes relativas al fraude fiscal (y por simplificar quiero decir hacer una sola ley que marque a la perfección que es y que no es fraude) y que SE APLIQUE esa ley a rajatabla (sin indultos, sin reducciones, sin mangoneos…), me apunto.

    PS: debo recordar que mantener una cuenta bancaria en una ‘jurisdicción opaca’ (llámesele Suiza, Andorra, Islas Caimán…) es perfectamente legal siempre y cuando esa cuenta y su contenido sea declarado en la declaración de IRPF, ya que se efectuará el correspondiente tributo a las arcas estatales.

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