Un buen amigo me ha enviado la reseña de un libro titulado Lo que el dinero no puede comprar, de Michael Sandel, un catedrático estadounidense de Política y Justicia. En ella leo que este autor se ha dedicado a reunir una lista de cosas que, aunque parezca sorprendente, hoy se pueden comprar con dinero.

Imagen: Terremonto – CC BY-SA 2.0
Al parecer, “se puede conseguir pasar la pena de prisión en una celda mejor que el resto si se pagan 82 dólares por noche en Santa Ana, California”. También “es posible comprar el seguro de vida de un enfermo o anciano, pagando todas sus primas mientras viva, para luego cobrar los beneficios cuando fallezca, lo que implica que cuantos menos años viva, más jugoso es el negocio”. Y, por poner otro ejemplo, se pueden comprar amigos en las redes sociales, por mucho que el procedimiento, de social, parezca tener bastante poco.
La tesis del libro es que “hemos pasado de una economía de mercado a una sociedad de mercado”, y que mientras “la primera sirve para organizar la actividad productiva, la segunda permite que los valores mercantiles impregnen todos los aspectos de la actividad humana”. Sin darnos demasiada cuenta, estaríamos entrando en una inercia económica con “vida propia”, que no tiene el propósito de beneficiarnos como seres humanos. Una inercia que quizás no tenga ni siquiera un propósito, añadiría yo.