Hace unos días leí en un periódico económico que una importante entidad financiera de este país iba a sacar a sus empleados a la calle para captar pymes como clientes. La estrategia consistía en equiparles con smartphones y tabletas electrónicas con las que pudieran mostrar fácilmente toda la gama de productos y servicios que ofrecen.
El director general de negocio afirmaba en el artículo que la principal inquietud de este perfil de clientes son las comisiones, y con una sinceridad que me sorprendió, calificaba de “matrimonio de conveniencia” la relación de su entidad con los clientes, de forma que estos valoraran la oferta en función de las compensaciones.

¿Son sostenibles las relaciones no basadas en valores?
Personalmente, me entristece que desde las empresas se fomente este tipo de relación de conveniencia con los clientes. Después de seis años de crisis profunda y con todo lo que ha caído desde 2007, es una pena ver que se busquen “matrimonios de conveniencia” en lugar de establecer verdaderas relaciones basadas en el valor compartido y en el bien común. Sobre todo cuando también leo que los clientes suspenden a los bancos en empatía, sensibilidad y solidaridad.
Una relación que esté basada en la pura necesidad, simplemente en el interés, y no en la confianza, no funciona. O quizás sí, pero solo a muy corto plazo.