Por: Joan Antoni Melé | 12 de septiembre de 2012

El subconsciente se lee en la tarjeta de crédito

¿Qué tendrán que ver el dinero y la economía, asociados a lo frío y lo superficial, con nuestra esencia como personas, llamémosle alma, espíritu o conciencia según el gusto de cada uno? Y ¿por qué invitan a alguien como yo, que casi siempre acaba hablando de dinero, a ámbitos tan variados como universidades y eventos de crecimiento personal o incluso al Foro Espiritual de Estella? Quizás pueda aclararlo un poco profundizar, precisamente, en las ideas de esta última charla en Navarra.

¿Qué tendrá el dinero que algunas personas te contarían antes su vida sexual que su vida económica?, propuse como reflexión al público de este evento. Y siguiendo con la broma seria pienso que hoy día ya es posible sacar una fotografía, seguramente de muy alta resolución, del subconsciente de cada uno de nosotros. No es demasiado difícil de obtener, se trata de mirar el extracto de la tarjeta de crédito. La mejor meditación es mirar que estás comprando, por qué, a quién… quién está en el fondo decidiendo tus actos. ¿Eres tú?, ¿estás seguro de qué sí que lo eres?

Por eso también me gusta decir que el dinero es un camino de autoconocimiento, uno en el que no solemos pensar. Dime con quién vas y te diré quién eres, dice el refrán. Pero en nuestras relaciones, que como sabemos nos definen, también deberíamos incluir las que tienen que ver con el consumo. Quizás podríamos cambiar el citado refrán popular por el siguiente: “Dime en qué gastas y te diré quien eres.” Si de verdad fuésemos conscientes del tipo de personas y organizaciones con las que nos mezclamos cuando compramos algunos productos…

Seguramente cogeríamos fuerza para ir cambiando como personas, para mejorar. Y luego, ¿qué podrían hacer los centros de poder, los clubs Bildelbergs y compañía una vez nos hubiésemos dado cuenta de quién somos y qué estamos haciendo? ¿Podríamos ser capaces de cambiar algo?

Algunos ya me habrán oído explicar esto, pero creo que es una confusión histórica (interesada) que ha hecho mucho daño a nuestra sociedad, esclavizada por la competitividad y el materialismo. De la Revolución francesa salieron tres conceptos esenciales, libertad, igualdad y fraternidad, pero con el tiempo se fueron manipulando. La libertad tenía que ver con lo espiritual o lo cultural, con nuestra esencia personal. Todos somos diferentes y únicos y necesitamos que eso sea respetado y poder expresarlo. La igualdad está vinculada con la política y con lo jurídico, con el ámbito que debería garantizar que esto sea posible y que unos grupos o personas no abusen de otros. Y la fraternidad, aunque se ha emparentado con algo casi afectivo, en realidad tiene que ver con la economía, con que todo el mundo pueda tener sus necesidades cubiertas.

La extraña confusión de la que hablaba es el empeño por hablar de libertad económica y de edificar todo un sistema en torno a ello, cuando seguramente seríamos más libres como seres humanos si la economía tuviese más que ver con la fraternidad.

¿Qué hacemos ahora? Creo que esta ya no es una época tanto de sabiduría -hay muchas cosas que ya están dichas- sino sobre todo de voluntad, de compromiso, de actuar. De empezar a cambiar eso de que todo esté enfocado casi exclusivamente a ser más competitivo, desde la misma educación, que se basa en preparar a los niños para que puedan ganarse la vida el día de mañana. Es un error enfocar la existencia así, cómo escribía en Educar en valores, mi anterior entrada en este blog. Lo que nos hace falta y de forma muy urgente es educación emocional, conciencia.

Tenemos un problema emocional y de creatividad muy claro porque ¿cuál es la razón del consumismo, de esas vidas cuyo sentido acaba limitado únicamente al trabajo y al consumo lo más elevado posible? Para cambiar las cosas hay que mejorar la educación emocional. Explicaba también en Estella que hay que cambiar el concepto de empresa y empresario. ¿Qué es un empresario? Debería ser alguien que, haciendo un trabajo de conciencia, descubre nuevas ideas para mejorar el mundo y trata de concretarlas. ¿Qué tendría que ser un banquero?, alguien que debe entender el mundo para que los recursos lleguen a esas personas que tienen ideas para progresar de verdad.

Todos podemos en realidad aportar algo para romper la tendencia a la deshumanización, la inercia en la que no usamos nuestro esfuerzo para otra cosa que para hacer más hondo nuestro vacío. Pero seguramente lo que más cuesta siempre es comenzar así que, ¿por qué no hacerlo mirándonos, por muy cómico o anecdótico que pueda sonar, en el reflejo de nuestra tarjeta de crédito?

3 comentarios a “El subconsciente se lee en la tarjeta de crédito”

  • Arturo dice:

    Es el poder del espectáculo que lo ha impregnado todo, que nos ha disminuido para convertirnos en entes vacíos que sólo pueden construir su identidad a través del consumo. La educación nos ha lobotomizado y ahora somos receptáculos acríticos de toda la ideología neoliberal, revestida de ciencia económica, que pregonan los voceros del sistema. El capitalismo tiene la gran astucia de prostituir cualquier idea emancipadora y revenderla acorde a sus intereses (que parezca pero que no sea).
    Pero también hay gente que se ha ido dando forma, como los sabios, fuera de los mensajes machacones del sistema. Gente que se ha dado cuenta que, como dice Christian Felber, no podemos montar un sistema socio-económico diametralmente opuesto al conjunto de valores que rigen unas relaciones interpersonales sanas y consistentes: sinceridad, cooperación, gozo, dignidad…
    Hagamos, pues, de nuestro consumo, un reflejo de aquellos valores que tienen sentido para nosotros y recompensemos aquellos comportamientos económicos-empresariales que son sostenibles, dignos y justos para con las personas, animales y el medioambiente.
    Yo también creo que se puede ver el subconsciente de las personas a través de su extracto bancario. Hay que hacer que la gente de se cuenta que son más guapos si son más empáticos y que son más ellos si se sienten en los demás.

  • Paco dice:

    Siempre me ha llamado también la atención, algo vinculado a su reflexión, y es que en las relaciones de pareja siempre se comparte antes la cama, que la nómina, y en algunos casos, nunca ocurre lo segundo y si lo primero, cada uno tiene sus cuentas, cada uno gasta su dinero, pero si comparten la cama, “e incluso hasta tienen hijos juntos”, pero “nunca cuentas bancarias juntas”. ;-)

  • Urubú dice:

    Vamos que si tenemos nuestras cuentas en trío dos baño ayudaremos al sistema sin q sepan nuestro dinerito ahorrado o malgastado?

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