Parece que no soy el único al que le inspira el día de Sant Jordi. Marcos Eguiguren, sobre quien ya he escrito en este blog y que sabe que tiene aquí su espacio asegurado, nos cuenta un relato de una emotiva experiencia donde también los libros y el amor son los protagonistas.
Por Marcos Eguiguren. El pasado lunes 23 de abril, como marca la tradición en el día de Sant Jordi, dediqué un rato a pasear por el centro de Barcelona, compré rosas, entré en diversas librerías y me hice con algunos títulos que me interesaban. En una de las librerías, atestadas de gente por cierto y mientras ojeaba algún que otro libro, me sorprendió escuchar fortuitamente como una chica joven, de unos veintitantos años, le pedía a una de las libreras que le aconsejara algún título que pudiera animar a una amiga suya quien, por una serie de motivos que no desveló, estaba muy desanimada y hundida y buscaba algún libro que pudiera ayudarla a salir de ese pozo.Lógicamente no me pareció decoroso seguir escuchando aquella charla e incluso me dirigí hacia otra sección, pero debo reconocer que la pregunta de la chica me dio que pensar. Probablemente a la librera le pasó lo mismo, aunque en otro sentido, porque su cara de perplejidad y de no saber muy bien cómo proceder ante aquella curiosa pregunta no tenía desperdicio. Tal vez la amiga de nuestra desconocida protagonista sufría de mal de amores, tal vez había tenido un conflicto con sus padres o tal vez había perdido a un ser querido. En cualquier caso no pude evitar imaginar -deformación profesional de los economistas- que probablemente aquella joven era una persona más de entre los millones de desempleados del país, que tal vez había estudiado con ahínco para labrarse un futuro, que tal vez había compaginado sus estudios con algún trabajo temporal o a tiempo parcial y que había seguido los consejos de sus padres quienes seguramente le habían repetido hasta la saciedad aquella famosa frase de “quien de joven no trabaja, de viejo duerme en la paja”.
No sé si ese es el caso de la anónima joven o si solo es fuente de mi imaginación, pero voy a seguir con esa hipótesis. Probablemente esa chica había conseguido algún trabajo al finalizar sus estudios y no mucho tiempo después había acabado engrosando las filas del paro. Al principio no le afectó demasiado, se sentía fuerte y preparada e inició la búsqueda de un nuevo empleo. Los meses fueron pasando y la búsqueda se transformó en una rutina de envío de currículos, de alguna entrevista que otra sin resultados aparentes y esa rutina fue minando su moral hasta que la joven preparada cayó en un estado de confusión y de desesperanza. El mundo que habían conocido sus padres y que le habían vendido de buena fe, ya no existía, se estaba desmoronando.
Siguiendo una conocida inercia humana, empezó a buscar posibles culpables empezando lejos de sí misma: los americanos, los alemanes, el gobierno, los bancos… y como no entendía nada y no se sentía satisfecha, siguió buscándolos más cerca de ella: su antigua empresa, su jefe, su novio, sus padres; hasta que acabó culpabilizándose a sí misma en un proceso de autodestrucción que no la llevaba a nada.
Es evidente que estamos ante una situación económica y social de extrema complejidad, que estamos asistiendo a la crisis de un modelo de sociedad en la que, como en todas las crisis y recordando a Gramsci, lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Es esa situación la que provoca la ansiedad y la incertidumbre, la desesperanza e, incluso, la sensación de culpa e incapacidad de obrar que paraliza los sentidos y destruye nuestra voluntad.
De repente mi mente me trasladó a una cafetería. Tenía a aquella imaginaria joven ante mí y tenía que mojarme, tenía que decirle algo, tenía que intentar levantar su voluntad, lo único que podía sacarla de aquel círculo vicioso de inacción y culpa. Y la sensación es que debía hacerlo no como economista, no como técnico que se supone que entiende lo que está pasando, cuáles son sus claves y sus salidas, sino como ciudadano responsable, como ser humano. ¿Qué podía decirle? Ante aquella incómoda situación, mudo ante la joven que esperaba mis reacción, Goethe vino en mi ayuda y, como si de una inspiración se tratara, recordé la famosa frase pronunciada por los ángeles al liberar a Fausto de su pacto con el diablo y permitirle ascender al cielo tras su muerte: “A quien siempre se esfuerza con trabajo podemos rescatar y redimir”. Esa predisposición al trabajo, al estudio, a descubrir cosas que pudieran repercutir en el bienestar de los demás, junto con el amor que había demostrado a Gretchen, la mujer de su vida, fueron las claves para la redención de Fausto.
Esas eran las palabras clave, “actividad” y “amor”. Las palabras que podían sacar a la joven de su estado de postración anímica. Las ideas fuerza para un renacimiento social porque la joven es, en el fondo, una personalización de toda una sociedad confusa, necesitada de impulso, de retos, de la posibilidad de alcanzar ilusiones no necesariamente materiales. La fuerza de aquellas palabras desactivó el incómodo silencio que se transformó como por arte de magia en una conversación fluida y rica.
Al poco rato la joven había empezado a visualizar de nuevo que era en realidad una persona útil, imprescindible para muchos otros seres humanos. Que había cosas que la motivaban y gentes con necesidades a las que les gustaría ayudar, que tenía que pasar de ser víctima a ser protagonista. Tenía que transformar su amor en acción para cambiar las cosas, allá donde pudiera ser útil, allá donde su capacidad pudiera aportar: organizaciones sin ánimo de lucro, residencias de ancianos, grupos de trabajo que pretendían impulsar nuevas desarrollos o soluciones tecnológicas, iniciativas de todo tipo, empresariales o no, en el ámbito de una nueva concepción de la sociedad. Acción no siempre compensada económicamente en un principio, pero que, tan solo al verbalizarla, empezaba a dar un nuevo impulso a la alicaída voluntad de la joven, y que tenía la capacidad de devolver el brillo de la esperanza a aquellos bellos ojos apagados tan solo minutos antes.
Esa acción y ese amor, canalizados de forma adecuada, suelen acabar transformándose no mucho tiempo después en oportunidades profesionales remuneradas y, lo que es más importante, de una fuerte impronta vocacional. Allá es donde puedo ser útil, aquello es lo que me gusta, es donde puedo contribuir a cambiar las cosas y, además, me gano razonablemente la vida.
Seguimos charlando un buen rato, intercambiando opiniones, sensaciones y experiencias. Pero yo tenía que irme, mi imaginación debía volar hacia otros lugares. Decidí invitarla y pagar aquellos cafés que nunca fueron ingeridos. Salimos de aquel imaginario local. La chica se despidió de mí con un abrazo que era auténtico y que denotaba cariño y agradecimiento. Con paso decidido y la sonrisa brillándole en los ojos, la vi alejarse por las callejas de mi mente.
Sin ninguna duda, ella era la princesa y el autor del texto Sant Jordi
Preciosa alegoría. Gracias.
Excepcional alegoría con motivadora moraleja. Sin duda con buenos amigos y buscando en las palabras salimos y saldremos de cualquier confusión. ¡Gracias por el blog Joan! Un saludo.
Gracias a ti por seguirlo y por tu mensaje de optimismo. Juntos, podemos. Un saludo.
Creo que la esperanza y la ilusion de salir de la situación actual es lo único que nos puede ayudar, bonito y esperanzador relato.
Gracias, Esther, así se lo transmitiré a su autor, Marcos Eguiguren. Un saludo.
Bonito y esperanzador como dice Esther. Es más, precioso como todo lo imaginario que fluye de nuestros mejores deseos hacia un entorno de felicidad imperecedera.
Lamentablemente, cuando estos se desvanecen, nos encontramos de pronto ante una realidad que no entendemos. No hay jóvenes veintiañeras que quieran escucharnos, ni palabras que puedan alejarlas de su estado de postración anímica, como dice Marcos.
Afortunadamente es muy difícil ayudar a los demás sólo con buenas intenciones y frases acertadas. Si así fuera, seríamos nosotros los que nos sumergiríamos en un estado de soberbia permanente. Sólo desde el más estricto anonimato seremos útiles.
Con todo, este es un comentario intrascendente que, en ningún momento, pretende desvirtuar el magnífico relato de Marcos.
Pat
Se habla mucho de trabajo, de la crisis de los excluidos del ‘sistema’… Dando a entender que trabajando toda la población no habría crisis…
Conozco muy pocas personas felices con su trabajo; aunque es verdad que el tuerto es el rey en el país de los ciegos.
¿Nadie se pregunta por qué pasa esto..? Por qué no construimos una sociedad cuyo eje principal sean las personas, en vez de las empresas..?
¿Se imaginan un lugar en el que cada uno pueda trabajar en lo que quiere con un sueldo digno..?
La cantidad de dinero que perderían las farmacéuticas en antidepresivos..!
Olvidé dejar un enlace a una interesante reflexión de David Jiménez (Periodista, escritor y corresponsal de guerra en varios países)
http://davidjimenezblog.com/?s=El+Triunfo+de+los+Mediocres
Un saludo
Gracias por compartir el enlace al blog de este joven periodista que dice verdades como puños. Un saludo.
Desde luego que si todos los bancos siguieran las ideas de Triodos saldríamos de la crisis de otra forma y la juventud tendría futuro.
Gracias por tu comentario, Asun.