Igual que no se puede repetir lo mismo si se quiere obtener resultados distintos, según el planteamiento que se atribuye a Einstein, tampoco hay que desechar cualquier idea por no ser absolutamente novedosa.
Estoy pensando en la vieja propuesta de separar banca comercial y banca de inversión, como se hizo tras la gran crisis financiera y económica de 1929. La medida, que en su momento se tomó para evitar que los fondos de los depositantes comunes de la banca comercial pudiesen invertirse en el mercado de capitales, actividad tradicional de la banca de inversión, y ponerse así en riesgo, acabó abandonándose en pleno auge de la especulación financiera en los 90.
Mi intención no es dar recetas de política económica, básicamente porque no soy la persona a quien le corresponde sugerir qué medidas podrían ser las más adecuadas en este momento, pero me llaman la atención algunas ironías que contiene a veces la Historia. Ironías que quedan difuminadas por el paso del tiempo y sus inevitables desmemorias.
Desde ciertos sectores se habla de algunas propuestas diferentes con cada vez más de relieve, como la de la banca con valores de Triodos Bank, como de algo demasiado radical para acabar teniendo una dimensión relevante. Y yo me pregunto: ¿y si en el fondo, más que innovar, no estuviésemos haciendo nada más que intentar volver a la sensatez?
Economía con nombre y apellidos
Los fondos de las personas que otorgan su confianza a Triodos Bank se invierten en empresas e iniciativas de la economía real, en actividades económicas reconocibles, en personas con nombre y apellidos. Ese es su destino claro y transparente, en lugar de la inversión en productos financieros de aparentes altos rendimientos pero de difícil comprensión y evolución.
Sí, la propuesta renovadora de Triodos Bank va más allá. Lo hace con la búsqueda de una rentabilidad social y medioambiental en cada uno de los proyectos financiados, a los que no se otorga crédito bajo un criterio exclusivamente económico. De esta manera, la entidad promueve un cambio social a partir de algo tradicionalmente tan asociado al conservadurismo como el ahorro; es materialmente cierto que con tus ahorros puedes contribuir a cambiar el mundo.
Pero, además de eso, ¿el apoyo a la economía real en lugar de a la especulación no es, en esencia, una vuelta al sentido común? ¿No es eso lo normal, por mucho que estemos hablando del menos común de los sentidos?