Publicado en el diario El Punt Avui dentro de la serie de artículos El sueño de…, con motivo del 50º aniversario del “Tengo un sueño” de Martin Luther King.
Resulta curiosa mi vinculación con el dinero. De cuando aún no contaba cuatro años, tengo la imagen de estar sentado en el balcón de casa. Había cogido una carpeta en la que mis padres clasificaban el poco dinero que tenían, para afrontar los gastos mensuales, y yo iba sacándolo y lo tiraba por el balcón. Descubrí la volatilidad del dinero ya a esa tierna edad.
Un segundo recuerdo son los cuentos que me explicaba mi abuela Isabel, con la lección de que, con un poco de buena voluntad y de interés por los demás, todos los problemas se pueden resolver.
Un tercer recuerdo es ya de cuando tenía dieciocho años: un día que fui a una caja y dije: “la última cosa que haría en mi vida sería trabajar en una caja de ahorros”. Pues me lo tuve que tragar, porque he pasado treinta años de mi vida en una caja, y ahora llevo más de siete en Triodos Bank, lo que se conoce como banca ética.
Ya llevaba unos veinte años trabajando en banca convencional cuando Marlis, una buena amiga alemana, me explicó que en su ciudad había un banco llamado GLS que era considerado como banca ética. Me dijo que yo, con mis ideales, tenía que abrir una banca ética en Cataluña, y que con seguridad lo conseguiría. La escuchaba, pero me costaba creer que aquello pudiese hacerse realidad.