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Por: Autor Invitado | 4 de abril de 2013 | 2 comentarios »

¿Cómo debe ser un banco bueno?

Por James Vaccaro, responsable de desarrollo corporativo de Triodos Bank

Banca con valores

Fotograma del video Triodos Bank en 1 minuto

Después de lo ocurrido en los últimos años, nuestras expectativas sobre la banca se encuentran en mínimos históricos. Es oficialmente la profesión más denostada, con unos niveles de desconfianza que duplican los de confianza, y una reputación hecha añicos. Y, si uno piensa en qué es un “banco bueno”, a cualquiera le cuesta imaginarlo.

Son muchos los que coinciden en que un banco bueno simplemente es, o debería ser, una entidad “aburrida” – que actúe de forma segura y no pierda nuestro dinero. Pero un verdadero banco sostenible tiene que ser mucho más que eso.

El debate actual sobre la reforma de la banca suena muy aséptico, con alusiones constantes a términos como segregaciones, limitaciones, pruebas de resistencia y restricciones (electrónicas o de otro tipo). Parece que hablamos de una bestia salvaje a la que hay que domar, y no de un negocio orientado a las personas. En el blog de Joris Luyendijkg, distintos agentes de bolsa y profesionales de la banca en la City londinense comparten de forma anónima su visión sobre la propuesta de la UE para limitar sus bonus (a un máximo de dos veces su salario) y sus opiniones resultan muy reveladoras sobre la cultura en la que viven. Confían en que, sean cuáles sean las normas que se impongan, sus entidades encontrarán la forma de sortearlas, como han hecho siempre.

Justifican sus bonus como una forma de motivación por tener que levantarse a las cinco de la mañana y no salir de la oficina antes de las ocho de la tarde. No parece un ritmo de vida muy saludable y, ciertamente, no ha resultado demasiado saludable para el resto de la sociedad. En esa cultura monotemática, resulta difícil encontrar nuevas formas de motivación más allá de los beneficios, sobre todo cuando es el lucro la única razón por la que se trabaja.

Es precisamente el elemento cultural el que parece olvidarse en el debate sobre la reestructuración del sistema financiero. Con independencia de las normas que la banca tenga que acatar, son las personas que dirigen esos bancos y las que trabajan en ellos quienes definen su cultura y, en último término, quienes determinan en qué se van a convertir esas organizaciones. Si bien es cierto que las regulaciones son importantes y necesarias, no son suficientes para definir cómo opera una organización. Seguramente los gobiernos, y quizá también algunos nuevos CEOs del sector de la banca, quieran encontrar soluciones rápidas a la situación actual, pero para conseguir cambios en una cultura son necesarias muchas más cosas que cambiarle el nombre al regulador, adoptar nuevas normas o enviar un nuevo informe a todos los empleados.

¿Es un banco bueno un banco “aburrido”?

Personalmente, creo que trabajar en un mundo unidimensional en el que la única motivación es el beneficio, y en el que lo único que ves es la pantalla de tu ordenador y a tus compañeros de oficina, tiene que ser aburrido (e igual da cuánta adrenalina añadas a esa mezcla). La banca sostenible puede responder a las necesidades de la sociedad: cómo convertirnos en una economía con bajas emisiones de CO2, cómo cultivar nuestros alimentos en armonía con la naturaleza, cómo contribuir a que la gente tenga una vivienda, acceso a la sanidad, a la educación y a otros servicios que sean integradores, y ofrecer un nivel de atención adecuado a las personas más vulnerables y desfavorecidas, y cómo podemos apoyar a los emprendedores que ponen en marcha un negocio con la sana intención de mimar a todas las partes interesadas en el mismo y también al medio ambiente.

Los bancos sostenibles existen; están dirigidos por profesionales de la banca que tienen otras motivaciones y otros valores. Saben que la posición que ocupan en la sociedad les permite potenciar la sostenibilidad al trabajar codo con codo con sus clientes –emprendedores y ahorradores– de cuyos intereses son responsables y que deben equilibrar de forma saludable. Al hacer realidad la financiación de un nuevo proyecto, los profesionales de la banca pueden despertar la creatividad de los emprendedores y ayudar a los ahorradores a destinar su dinero hacia las actividades que verdaderamente quieran apoyar.

¿Puede ser la banca un sector líder en la sostenibilidad del futuro?

banca etica 2Teniendo en cuenta el poder que tiene la banca a la hora de asignar recursos en la economía, es totalmente posible.

Los dirigentes de los bancos sostenibles con valores se han reunido en Berlín con motivo de la conferencia anual de la Alianza Global por una Banca con Valores. El tema central de este año han sido los actores del cambio – en referencia a los clientes con los que trabajan, pero también en alusión a lo que cada uno de estos bancos aspira a ser. Son un ejemplo de cómo los bancos puede trabajar con sus clientes para crear formas de desarrollo que sirvan de inspiración a otros. En Mongolia, el banco especializado en microcréditos XacBank promueve los préstamos a bajo coste para aislar las cabañas de madera en las que viven las familias en Ulán Bator (la capital más fría del mundo). En Vancouver, Vancity –la cooperativa de crédito más grande de Norteamérica- trabaja con los grupos aborígenes nativos para buscar soluciones financieras que respondan a las necesidades de sus comunidades.

Estas historias no son solo interesantes por sí solas, sino que además dan un giro de 180 grados al debate sobre la banca. Al hablar del papel que desempeñan como intermediarios entre ahorradores y prestatarios, estos bancos despiertan el interés de la gente por el papel de que todos desempeñamos en las relaciones financieras, haciendo que los asuntos relativos al dinero intimiden menos y resulten más accesibles.

Aunque los bancos buenos también deben comprender las cuestiones de beneficios, pérdidas, riesgos y palancas del negocio, también han de tener en cuenta los vínculos sociales existentes entre su negocio y los distintos grupos interesados en el mismo. Con este planteamiento más integrador, la banca se mantiene en contacto con el mundo real al tiempo que adopta un enfoque a largo plazo para comprender las cuestiones del bienestar financiero. Y esto no es para nada aburrido, y tampoco irrelevante si se quiere construir un modelo de negocio sólido y a largo plazo. Estos profesionales de la banca no necesitan grandes retribuciones ni bonus para motivarse, ni forman parte de esa cultura que trata de quebrar las normas para su propio bien y para aumentar sus beneficios. Por el contrario, tratan de averiguar cuál es la mejor manera de cambiar el sistema financiero para que satisfaga de forma efectiva las necesidades más profundas de la sociedad y del planeta.

Una cultura de este tipo podría resultar mucho más eficaz que cualquier norma o regulación a la hora de transformar el sector de la banca. Y esta nueva clase de bancos podrían cambiar la economía y el mundo mucho más de lo que imaginamos hoy en día.