Por Ricardo Colmenares, director de la Fundación Triodos
La difícil situación económica de estos últimos años nos ha traído la necesidad, a la vez que la oportunidad, de tomar conciencia sobre lo que hacemos con nuestro propio dinero, tanto como lo que hacen nuestros conciudadanos. Demasiadas veces ha sido en forma de noticias escandalosas en los medios de comunicación. La educación financiera a todos los niveles y edades se muestra así como una asignatura pendiente, pero los conceptos básicos son de sentido común.
La economía son personas, afirmamos en Triodos Bank. Y hasta qué punto las necesidades de las personas de nuestro entorno, que ahora se muestran de forma más descarnada, nos ponen de manifiesto que todo lo que hacemos a diario es posible porque otros nos ayudan, nos facilitan nuestras tareas: los que limpian las calles, los que atienden los sistemas de regulación del tráfico, los que hacen funcionar los medios de comunicación y la energía que consumimos, los que están en los bares y restaurantes donde tomamos café o comemos, los que abren las tiendas donde compramos lo que necesitamos, y un larguísimo, pero que muy largo, etcétera.
Con mi dinero puedo participar en la sociedad mediante mis elecciones de compra, de ahorro y de donación. Problemas acuciantes hoy en día en nuestro entorno como el desempleo, el sobreendeudamiento familiar, empresarial y de los estados, la pobreza energética, la deficiente asistencia sanitaria, el desconocimiento por falta de educación que afecta a todos los niveles sociales y profesiones y que requiere del coraje de la innovación, por resaltar algunos de los aspectos que tenemos delante todos los días, requieren de nuestra participación como parte integrante que somos de la economía. Para cada caso, habrá que poner en juego una combinación distinta de los 3 tipos de dinero (de consumo, de ahorro y de donación) acorde con las posibilidades de cada uno y la situación concreta a abordar.
La opción más atrevida y de mayor impacto social hoy en día, desde nuestro punto de vista, es la de donar, cada uno desde su realidad. Donar, por ejemplo, como capital semilla para emprendedores innovadores y sensibles a las necesidades de los demás; donar para disminuir endeudamiento de los que se ven obligados a trabajar para devolver el dinero que se les prestó y ahora no pueden hacerlo por cambios en el escenario social y se ven abocados a olvidarse de ofrecernos el buen servicio para el que nacieron y crearon su iniciativa. El exceso de liquidez del que se habla, para el que lo tenga, que se pierde hoy en día en la especulación, tiene su función más sanadora y su oportunidad convirtiéndose en dinero de donación.
A los especuladores hay que “contagiarles”, como dice mi amigo Joan Melé, del entusiasmo que genera la alegría de hacer las cosas bien, con sentido, el que nosotros le encontramos. Al final, ayudar a los demás es la mejor manera de ayudarnos a nosotros mismos, de conseguir nuestra deseada felicidad, incluido nuestro egoísmo consustancial, que forma parte de la paleta de colores de nuestra vida. Donar es también un acto egoísta, que rompe la cadena del riesgo y la rentabilidad propia del dinero de ahorro/inversión.
Como señala una información aparecida recientemente, “el tramo de ingresos con mayor número de donantes lo constituyó el situado entre 30.000 y 60.000€ (30,65% del total), con una cuantía media de deducción por donaciones de 50,32€ y una donación media de 201,28€”. Y el porcentaje de donantes sobre declaraciones presentadas está en torno al 10 %. Yo creo que aquí nos queda mucho espacio por recorrer y más en la situación actual.
Vivimos todavía en un entorno cultural que nos bombardea con la idea, a menudo de forma inconsciente, de que si nos ocupamos de nuestras prioridades y necesidades personales, si cada uno es fiel a esta regla, la sociedad funcionará sola, todo encontrará su justo lugar, su orden, como en la naturaleza, podríamos decir. Algunos lo llaman el darwinismo social, o “la Ley de la Jungla o de la Selva”, desde luego como una crítica.
Pero si somos dependientes unos de otros, ¿por qué no nos interesamos en que el otro pueda hacer lo mejor posible su trabajo? Eso facilitará que yo pueda hacer el mío. Es cuestión de darle la vuelta a la imagen, si todos nos interesamos por lo que hacen los demás, los demás se interesarán en lo que hacemos nosotros, y estaremos más pendientes de cómo podemos ayudar a que los demás nos ayuden. Es tiempo de donación, cada uno según su realidad; será una sonrisa, será una conversación, o en forma de dinero, pero donar. Seguro.